6 de diciembre de 2006

ACONDICIONADA

Hoy voy a hablar de mi condición, no de hija ni de estudiante sino que de mi condición sexual. Éste será el destape de una emancipación callejera, la soltura de una negación al lecho y, sobretodo, la distensión de este agujero para poder respirar mejor. Y no es tan fácil vivir de esta elección tan apática y disminuida que sólo hace truenos en un invierno florido. Se requiere de mucha seguridad, actitud y sobretodo magia para que polos semejantes también se atraigan. Es una suerte de egocentrismo, de querer aventurar con lo que se cree es mejor, que mejor que uno, que mejor que la caricia con la misma suavidad de tus manos, un beso con el mismo calor de tu boca, un deseo con la misma fragilidad que la tuya. Esta decisión segura e inequívoca, este juramento hecho con piel y sangre, que comprende la claridad de una voz fina e irrumpe en la oscuridad de la cama. Sin embargo, en este trecho de placer inquietante, en esta absurda agonía de lo natural, se ve abrumado el deseo de amar y limitada la conciencia al no poder mirar. Porque en algún minuto se está como caballo, tratando de dirigir la mirada, tratando de no soltar absolutamente nada… entonces de que seguridad me hablas, de que inequivocidad si en este juramento calmo ya no se puede ni respirar. ¿Y qué hay de malo con esto de amar, cuál es el cuidado que se debe tener, con cuánta frecuencia va a seguir sucediendo todo esto? Es aquí donde detengo esta imagen idealista y caigo en mi realidad... Y empieza la historia de mi vida la teoría amarga de ser gusto de gente heterosexual que siempre terminan refregándote su condición, como si no doliera, como si uno estuviera encargado de hacerles ver la vida, lo que se quiere y debe hacer. Y ahí estoy yo, justo en la canaleta de esta opción, distraída y agónica por algún mal sucedido y no aliviado. Me miras y ríes, crees conocerme pero no sabes ni un octavo de lo que pienso. Si supieras no te habrías reído, habrías estado sufriendo la fría mirada que te daba mientras me contemplabas y repetías lo linda que era. Tomabas mi mano pensando que no era delito, ni pecado ni un designio, creyendo tanto la naturalidad de la vida y encogiéndote de hombros por lo que da y quita. No quiero ser eso, la mujer que te saque de nivel, que te coloque en un globo para luego tener que caer, no quiero ser la mujer que te alabe ni te corone, no quiero que me lances de un columpio para luego volver. Aquí estamos los amantes del siglo digital que te quieren ver y conversar sólo por Chat. Y ahí estás tú inmóvil, quien desconfiguraría la señal de mi alma tan solo por correr. Quieta impávida, sin voz ni ser, diáfana y absurda, con el corazón en llamas por padecer. Quien quisiera me llenara de palabras, cobijara siquiera una venganza y pudiera componer mis últimos restos de poesías, todas mis lágrimas caídas y mi cielo por vender. Dentro de todo, hoy ya cansada, estoy de ser.

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T E I N V I T O

Al desconcierto de un camino amplio y a la aventura de andar a pies descalzos