30 de diciembre de 2006

El Frontón


Me he percatado que la sexualidad, por lo menos la mía (y estoy segura que la de muchas mujeres más), es un tanto cíclica. Es como un efecto que lleva consigo la homosexualidad femenina, llamada lesbianismo (me carga esta palabra, ¿puedo no ocuparla?). Existe una cierta dualidad, creo que son pocas las mujeres que son homosexuales puras, obstinadas, de esas que sólo les gustan las mujeres y sólo se meten con mujeres y que nunca se lo han metido porque no les gusta. Y es admirable, me agrada que dentro de esta minoría, exista otra minoría de mujeres 100% gay. Me gustaría me sucediese, habrían menos cosas cuestionables (i.e ¿en que minuto quedaste desnuda con tu amigo? O más bien ¿por qué?). Sin embargo, la mayoría de esta minoría comparte un fenómeno dual, en donde hay esta atracción tremenda hacia las mujeres, pero existen excepciones para ciertos hombres. Aclaremos sí, que el producto de estas relaciones no es el mismo; con una mujer se buscan resultados emocionales, con el hombre es meramente sexual. Y luego de esta reflexión caí, como siempre, en mi fórmula empírica. Y pensé que llegar a una cierta claridad me iba a tomar más tiempo. Bueno esta vez, que es lo curioso, no tuve que esperar tanto, no está 100% resuelto, pero ya lo tengo un poco más claro. Soy lesbiana, (no sé porque de un minuto a otro se me hizo tan necesario hablar de esto, debe ser este deseo terrible de querer encontrar pareja, quién sabe) y me ocurre esta dinámica cíclica que comenté en un comienzo. Puedo relacionarme sexualmente con hombres, aunque esto tiene su condición, ya que entran en esto sólo aquellos con los que ha pasado algo antes (entiéndase a este antes como el período 100% hétero). Luego, no me es cómodo conocer a hombres nuevos, (no existe deseo sexual), pero con hombres con los que he tenido alguna relación sexual (atracción entre sexos) me siento cómoda, incluso grata (se agradece). Es más, aunque busque relaciones emocionales sólo con mujeres, podría, incluso, hacer alguna excepción de este saco de hombres (no es que sean tantos tampoco), dependiendo, obviamente del grado de comodidad. Esta generalidad la alcanzo después de la media paja mental y ciertas averiguaciones. Y resulta bastante aliviante saber que esta suerte de bisexualidad sucede en la mayoría de los casos (de esta minoría). De repente era inevitable sentirse un tanto ganadora, como homo-winner, bueno tampoco pasa siempre. De hecho, si estoy media arriba de la pelota busco desesperadamente a una mujer y si no resulta, se acaba la búsqueda. No está estipulado, nunca, atinar con un hombre (ir en la búsqueda de algún desconocido), es raro, en esas circunstancias ni siquiera se me pasa por la cabeza, prefiero irme sin nada antes de irme con un hombre… ves, ahí vuelvo a ser lesbiana, de aquellas recalcitrantes, bueno hasta que pasa uno de estos amigos y te estimula (o te estimulas) y se sigue con el ciclo. Aunque, aquí entre nos, es como jugar frontón, donde la que gana siempre voy a ser yo.

6 de diciembre de 2006

ACONDICIONADA

Hoy voy a hablar de mi condición, no de hija ni de estudiante sino que de mi condición sexual. Éste será el destape de una emancipación callejera, la soltura de una negación al lecho y, sobretodo, la distensión de este agujero para poder respirar mejor. Y no es tan fácil vivir de esta elección tan apática y disminuida que sólo hace truenos en un invierno florido. Se requiere de mucha seguridad, actitud y sobretodo magia para que polos semejantes también se atraigan. Es una suerte de egocentrismo, de querer aventurar con lo que se cree es mejor, que mejor que uno, que mejor que la caricia con la misma suavidad de tus manos, un beso con el mismo calor de tu boca, un deseo con la misma fragilidad que la tuya. Esta decisión segura e inequívoca, este juramento hecho con piel y sangre, que comprende la claridad de una voz fina e irrumpe en la oscuridad de la cama. Sin embargo, en este trecho de placer inquietante, en esta absurda agonía de lo natural, se ve abrumado el deseo de amar y limitada la conciencia al no poder mirar. Porque en algún minuto se está como caballo, tratando de dirigir la mirada, tratando de no soltar absolutamente nada… entonces de que seguridad me hablas, de que inequivocidad si en este juramento calmo ya no se puede ni respirar. ¿Y qué hay de malo con esto de amar, cuál es el cuidado que se debe tener, con cuánta frecuencia va a seguir sucediendo todo esto? Es aquí donde detengo esta imagen idealista y caigo en mi realidad... Y empieza la historia de mi vida la teoría amarga de ser gusto de gente heterosexual que siempre terminan refregándote su condición, como si no doliera, como si uno estuviera encargado de hacerles ver la vida, lo que se quiere y debe hacer. Y ahí estoy yo, justo en la canaleta de esta opción, distraída y agónica por algún mal sucedido y no aliviado. Me miras y ríes, crees conocerme pero no sabes ni un octavo de lo que pienso. Si supieras no te habrías reído, habrías estado sufriendo la fría mirada que te daba mientras me contemplabas y repetías lo linda que era. Tomabas mi mano pensando que no era delito, ni pecado ni un designio, creyendo tanto la naturalidad de la vida y encogiéndote de hombros por lo que da y quita. No quiero ser eso, la mujer que te saque de nivel, que te coloque en un globo para luego tener que caer, no quiero ser la mujer que te alabe ni te corone, no quiero que me lances de un columpio para luego volver. Aquí estamos los amantes del siglo digital que te quieren ver y conversar sólo por Chat. Y ahí estás tú inmóvil, quien desconfiguraría la señal de mi alma tan solo por correr. Quieta impávida, sin voz ni ser, diáfana y absurda, con el corazón en llamas por padecer. Quien quisiera me llenara de palabras, cobijara siquiera una venganza y pudiera componer mis últimos restos de poesías, todas mis lágrimas caídas y mi cielo por vender. Dentro de todo, hoy ya cansada, estoy de ser.

28 de octubre de 2006

Violeta


El Mate… no sé por qué pasa que algunas cosas tienen que ser dulces y otras cosas las soportas terriblemente amargas, como el té, como el mate. Yo no podría tomarme el té sin azúcar, pero colocarle dulce al mate, ni pensarlo… y puta que es amargo, pero es bueno. Sospecho que estas nimiedades son símbolos de cómo se toma una la vida, ese sensación de disfrutar ciertas emociones que te remecen de alguna forma, no siempre favorable. Como el ají, esas ganas con la que uno le hecha este fruto a las comidas para sentir ese ardor en la garganta, en el esófago, los ojos te lagrimean y una vez en el estómago es aliviante, bebes un poco de agua y sigues. Por que uno soporta, es como jugar al aguante, resistir el brío de una circunstancia sofocante porque de una u otra forma te llena de satisfacción. De ahí que uno después disfrute de un estado anímico agobiante, porque en el tiempo uno se acostumbra y es tal el goce que luego no se recuerda otro estado que esta angustia. Para salir de esta monotonía de cosas que suceden, he querido recorrer la tierra y hoy estoy en vías de conexión con esta otra dimensión aún muy desconocida para mí. Quiero tener hierbas, y no de aquella (bueno sí pero no viene al caso), hablo de las medicinales, escuchar ese grito desesperado que tiene la tierra por ayudar y uno hace oídos sordos a esta convocación. Igual tengo plantas en mi casa, no precisamente de este tipo, están todas verdes y lindas, sus hojas miran la luz, donde quiera que las ponga, excepto una, que resulta ser la que más me importa. Mis violetas no quieren nada, no quieren ni luz ni tierra ni agua, las ponga donde las ponga, siguen no queriendo nada y pasan los días, las semanas y yo insisto en brindarles estos tres elementos pero ellas, inertes, no quieren nada. ¿Por qué? Por qué esta indiferencia extraña de la tierra hacia mí, por qué la planta más importante de mi casa, las reinas del hogar insisten con esta actitud de no querer saber de nada. Por qué estas ganas deseosas de querer estar mustias, pálidas cuando pueden florecer y agradar con su aroma toda la casa. Y vuelvo a mis símbolos. Pueden ser dos cosas: o son como si yo estuviera en ese macetero no queriendo nada o solamente no soy digna de tener a esta reina en la casa. Suena terrible, pero puede ser, por qué no. Prefiero pensar, sin embargo, en la primera de las opciones, porque de ser así basta una cambio de tierra, eliminarle los parásitos y volver a colocarlas en su trono. Es más, creo tanto en esta teoría que acabo de hacer el cambio y sólo me basta esperar hasta mañana para ver como siguen mis violetas. De seguro reirán y estarán jugando con las plantas más pequeñas que crecen en el centro de este macetero. Porque, guste o no, uno no puede estar mustia perpetuamente, lo bueno es que siempre existe quien quiera cambiarte la tierra. Ellas me tienen a mí, yo tengo mi mate, el ají y la esperanza de que algún día pueda percibir la tierra.

21 de octubre de 2006

Anoche


Esa sensación de levantarte y darte cuenta de que te acuerdas del 30% de lo que hiciste la noche anterior, que en ese recuerdo vago sabes que llegaste a tu casa y hacía un calor de la puta, que sacaste al perro como siempre y te tiraste en el primer lugar que encontraste para dormir. No sabes como pero amaneces con pijama, pero en otra cama, tus amigas se van y ahí te acuerdas que te viniste con una amigas y luego recuerdas de donde veníamos y de ahí te atormentas y recuerdas la última media hora jugosa que diste en el carrete. Y te viene un sentimiento de culpa terrible y una emoción de tormento recorre tu alma que te da tan sólo para levantarte de la cama y prender la tele, para despejar la mente, para que esa sensación desaparezca. Como si en la tele estuviera la respuesta, pero no puedes ni pensar, si hasta la caña pareciera estar confabulada con todo este pesar, como diciéndote todo el tiempo “el manso juguito”. Como si uno no supiera, como si se te fuera a olvidar. Y no es que haya sido el jugo más grande que me he mandado, para nada, pero era algo que estaba tan superado, era, si no era lo único, de lo que me podía sentir orgullosa, tan resuelta si hasta ya no tenía problemas, bueno dentro de los problemas diarios o aquellos con los que uno tiene que vivir, fuera de eso no tenía ningún problema. O sea he estado sola ahora por más de 5 meses, casi medio año, todo un logro y no era problema!! Entonces qué fue eso, qué fue lo de ayer, qué fue lo de la conversación en la puerta de ese local horrible. ¿Por qué me fui? ¿Nos echaron? ¿Me echaron? ¿Alguien me habrá dicho que ya mucho jugo y que mejor me vaya? ¿Habrá sido él? Claro uno en vez de acordarse de lo relevante termina acordándose de toda la mierda. ¿Y si me pasó algo bueno? ¿Y si me encontré con alguien que no veía hace años? ¿Y si conocí a esa persona que me estaba esperando solamente a mi y yo estaba demasiado ebria como para darme cuenta? Pero no, lo único que tengo es este recuerdo inquieto, sórdido y abrumante de estar sentada en Melgarejo pidiendo un celular para llamar por teléfono a quien me acaba de decir que estaríamos ok, que cada uno con su vida, que supéralo pendeja por favor y no bastó para desistir de esta idea, ridícula, porque, créeme, es ridículo, si ni siquiera me gusta. Entonces es esto, justo aquí en esta escena absurda es donde hoy reparo y me pregunto por qué ¿Qué pachó? ¿Será un deseo de no querer salir de la vida de nadie, tendré una fijación? ¿Me habré convertido en esas minas obsesas que lo único que quieren es estar, de la forma que sea pero estar? ¿O quiero terminar de convencerlo que en verdad me ama pero que no quiere reconocerlo y que una vez que lo logre yo me iré porque no me gusta y así gano y puedo dormir tranquila? De repente debí haber recogido la tuerca que la Andrea vio en el suelo, ella dijo esto no pasaba dos veces así que recógela y colócatela ahora. Estará allá abajo todavía? No pierdo nada.

21 de agosto de 2006

Tu nombre


No recuerdo bien tu nombre. La intoxicación nocturna no me permite rememorar el minuto en que me lo dijiste. Sí recuerdo como te llamaban, porque fue el nombre que me pediste que recordara, que no te llamara de otra forma que esa. Anotaste tu número en una hoja, o servilleta, con el mismo plumón con el cual escribiste tu nombre junto al de él, quien dijiste, al parecer, era marino y que de repente llegaba por esos lados. Dieciocho años dijiste llevar a cuestas. Y como no, si parecías de 20; tu sonrisa, tu mirada, tu silencio, de la forma en que me dijiste que no te gustaba la vida que tenías, que no querías seguir estando ahí. Que querías estudiar, salir de esa pieza oscura que funciona cuando todos duermen más para ti es hora de estar más despierta que nunca. Que dentro de todas tus posibilidades preferías estar ahí que en la calle o en la cana. Y justo en el minuto que se juntó esta desdicha con tus sueños confesaste que tenías 15 y me dijiste tu nombre… y ahora que lo escribo lo recuerdo, era nombre de sirena, de pequeña sirena en tu caso, nombre que sabe a mar, nombre que deshace olas y comparte anhelos al viento… nombre que grita auxilio, nombre que ahogas en esta vida doble, irónicamente falsa, que te viste y te alimenta. Vida que te abre un orificio para que puedas respirar. Quince años… y yo, con diez años más, recién vengo a descubrirte, a pensar como sería respirar por este agujero negro, escavado de desdén, capricho de la vida que nunca quisiste pero que te niega la posibilidad de no tomarla, que te soborna con la desdicha de lo que no tienes y de quitarte todo lo que posees. Vida que no hay más que soportar, vida que me gustaría no hubieses visto nunca, palabras que me hubiese gustado no escuchar saliendo de tus labios, con tanta rabia, con tanta pena. Niña cuyos juguetes hoy se transforman en armas de placer, rostros de hombres con la necesidad de obtener algo que tu inocencia sólo puede dar. Niña que, al parecer, su juego siempre fue escapar. Y aunque te ahogue la luz de luna en tu despertar, tu sueño de margarita frágil, puede que nunca consiga llegar.

18 de agosto de 2006

De sombra

No había querido hablar de esto, por lo menos por un rato. Es que me duele asumir esta resolución tan implacable que no sé si podré llevar a cabo. Como si no me conociera, como si diera la vuelta y no me viera. De repente me llega ese aroma a libertad, a pasión, a proyectos a vida conmutada, trocada, de esas que devuelves cuando expira su garantía. Es casi olor a violetas, pero no lo es, como lo fue ese día y todos los que le siguieron, y todos los anteriores y llegamos al año oliendo violetas falsas. Y este recuerdo mundano no hace más que manchar lo actual, con este aroma que no sé si ya no soporto o es que acaso me acostumbré y he podido sobrellevarlo. Y recuerdo… y recuerdo, recuerdo, recuerdo y ya pareciera que no se hacer otra cosa más que recordar, lo tierna, lo amable, lo sensata, lo objetiva, lo afable, lo candente, lo seductora, lo semblante, lo natural que era la vida antes… de aquel quiebre incesante e infiel. La vida desmoronándose con toda su tranquilidad a vista y paciencia de mis ojos callados y abatidos y molestos y sumisos. Si tan sólo hubiese podido dar una palabra si tan sólo hubiese podido verbalizar un paso estaría hoy recorriendo ese mismo sueño contigo y estaría manchando esta hoja de dulces amores y amares y pasares y verdades sutiles y cariñosas y candentes y estaría subida en esa nube de aromas a violetas frescas como en el jardín de niña… oliendo pétalo a pétalo mi vida. La palabra angustia no existiría más que en aquellos libros de autores románticos y góticos que se envuelven de dolor y desazón. ¿No te amé, acaso, en una tibia noche de septiembre, donde vimos renacer las hojas y flores en conjunto con los sueños y sentimientos que brotaban tal cual una mañana de septiembre? Con el alma llena de deseos y en la mano empuñada tan sólo un beso. De esos que no se escapan, que no corren a la mano de otros, que se quedan aquí, entrelazados en cada línea, que se mojan con sudores para poder repartirse en todo el cuerpo. Y ahí estás hoy, con tus manos vacías y aquí estoy yo, tratando de deshacerme de esta peste que cómo ácido, va quemando el cuerpo.

T E I N V I T O

Al desconcierto de un camino amplio y a la aventura de andar a pies descalzos