18 de agosto de 2006

De sombra

No había querido hablar de esto, por lo menos por un rato. Es que me duele asumir esta resolución tan implacable que no sé si podré llevar a cabo. Como si no me conociera, como si diera la vuelta y no me viera. De repente me llega ese aroma a libertad, a pasión, a proyectos a vida conmutada, trocada, de esas que devuelves cuando expira su garantía. Es casi olor a violetas, pero no lo es, como lo fue ese día y todos los que le siguieron, y todos los anteriores y llegamos al año oliendo violetas falsas. Y este recuerdo mundano no hace más que manchar lo actual, con este aroma que no sé si ya no soporto o es que acaso me acostumbré y he podido sobrellevarlo. Y recuerdo… y recuerdo, recuerdo, recuerdo y ya pareciera que no se hacer otra cosa más que recordar, lo tierna, lo amable, lo sensata, lo objetiva, lo afable, lo candente, lo seductora, lo semblante, lo natural que era la vida antes… de aquel quiebre incesante e infiel. La vida desmoronándose con toda su tranquilidad a vista y paciencia de mis ojos callados y abatidos y molestos y sumisos. Si tan sólo hubiese podido dar una palabra si tan sólo hubiese podido verbalizar un paso estaría hoy recorriendo ese mismo sueño contigo y estaría manchando esta hoja de dulces amores y amares y pasares y verdades sutiles y cariñosas y candentes y estaría subida en esa nube de aromas a violetas frescas como en el jardín de niña… oliendo pétalo a pétalo mi vida. La palabra angustia no existiría más que en aquellos libros de autores románticos y góticos que se envuelven de dolor y desazón. ¿No te amé, acaso, en una tibia noche de septiembre, donde vimos renacer las hojas y flores en conjunto con los sueños y sentimientos que brotaban tal cual una mañana de septiembre? Con el alma llena de deseos y en la mano empuñada tan sólo un beso. De esos que no se escapan, que no corren a la mano de otros, que se quedan aquí, entrelazados en cada línea, que se mojan con sudores para poder repartirse en todo el cuerpo. Y ahí estás hoy, con tus manos vacías y aquí estoy yo, tratando de deshacerme de esta peste que cómo ácido, va quemando el cuerpo.

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T E I N V I T O

Al desconcierto de un camino amplio y a la aventura de andar a pies descalzos